Cuerpo y mente

Esta es la cuarta parte de la carta de un maestro de ballet. Si quieres ver la tercera parte, está aquí: “Carta a un estudiante/III. Normas”

Quiero que prestes atención a la siguiente frase: Tu cuerpo obedece siempre a tu mente sin importar que esta parta de un hecho verdadero o falso. Se pueden sacar dos conclusiones: la primera es que la mente puede controlar al cuerpo; la segunda, y más radical, es que no importa si lo que cree tu mente es real o imaginario. Sugestión. Si te digo que imagines una deliciosa ensalada de mango verde con sal y limón, seguramente comenzarás a salivar. Lo ves, el estímulo es totalmente imaginario y, a pesar de ello, tu cuerpo respondió como si no lo fuera. 

La imaginación es la representación de algo que no se tiene a la vista, pero que ya se ha visto. Es decir, la imagen, al igual que la palabra, es una construcción de nuestra mente. 

¿Por qué no aprovechar esta particularidad de nuestra mente en beneficio propio? Lo que te propongo es que programes tu mente para que produzca automáticamente los resultados que esperas. ¿Cómo? De la misma manera en que yo, con una corta frase, logré hacer que salivaras. Una de mis formas favoritas de autosugestión es la palabra. Sí, sé que te dije que fueras cuidadoso con ella. El problema no es la palabra en sí, sino el uso que le dés. Bien utilizado, el lenguaje puede ser una eficaz herramienta para alcanzar tus objetivos. Si oyes algo el número suficiente de veces, terminarás creyéndolo. 

Entonces, hurga en tu diálogo mental: eso que te dices antes, durante y después de la clase.  ¿Cómo te das ánimo? ¿Qué te dices antes de enfrentar un ejercicio? Cuando el resultado no es el esperado ¿te felicitas? ¿te regañas? Quiero que hagas consciente cada palabra, que evalúes cada frase y que determines en qué te aporta. Elimina lo que no sirva, conserva lo que consideres útil y reescribe un nuevo diálogo mental; uno positivo, plagado de consignas poderosas y que inciten a la acción: “puedo hacerlo”, “quiero esto y lo voy a conseguir”, “sí”. ¿Cómo imaginas tu desempeño una vez comience la música?  “Impecable”, “preciso”, “virtuoso”. ¿Qué recursos quieres? “Energía”, “fuerza”, “control”.

Convierte este nuevo guion en una herramienta consciente y de uso habitual. Repítelo antes, durante y después de la clase, con cada ejercicio, con cada movimiento. Hazlo también en voz alta y, de vez en cuando, grítaselo también a tus compañeros. Acompaña sus tropiezos con una palabra de aliento y celebra sus pequeños triunfos con una felicitación. Que tu mente le haga creer a tu cuerpo que eres el mejor bailarín del mundo. ¡Créelo y lo serás! Su-ges-tió-na-te.

Volvamos a la imagen de la ensalada de mango con limón y sal. La imaginación es la representación de algo que no se tiene a la vista, pero que ya se ha visto. Es decir, la imagen, al igual que la palabra, es una construcción de nuestra mente; puede ser poco o muy cercana a la realidad, pero nunca será igual. Y, sin embargo, la imagen puede llegar tener tanta o más fuerza que la realidad. 

En lugar de haberte dicho que pensaras en una ensalada, pude simplemente haberte mostrado una foto. El efecto habría sido el mismo. Apuesto a que no puedes comerte una fotografía y, a pesar de ello, salivarás cuando la veas. Volvemos a la sugestión, esa respuesta natural del organismo a órdenes mentales basadas en hechos reales o imaginarios. Si con la palabra se trata de diálogo mental, con la imagen hablamos de película mental. ¿Cuál es tu película en el calentamiento, durante el ejercicio más fácil, antes de abordar el más difícil, una vez terminado el que más te gusta? ¿Qué imágenes proyectas en tu mente al momento de entrenar o antes de una presentación? ¿Recuerdas los errores del pasado? ¿Te anticipas a un inventado pero rotundo éxito? 

Creo que ya te conté de aquella vez que me caí en el escenario, ejecutando un tour en l’air, con teatro lleno. Sobreviví. Pero los días que siguieron no dejaba de recapitular una y otra vez la misma escena. Por supuesto, cada vez que entrenaba, fallaba y fallaba en un movimiento que, se supone, dominaba desde hace tiempo. ¿Qué pasaba? Pues que la tóxica escena se había convertido en una fuente de ansiedad. Y, la ansiedad, con cada ensayo, me hundía más y más en el fracaso. Agotado, decidí entregarme a mi suerte: “si vuelvo a caer, me levanto, y punto”.

Al día siguiente, para sorpresa de todos, hice un bello y preciso tour en l’air. Acto seguido, mi maestro suspendió el ensayo y me dijo: “no practiques más y quédate con el recuerdo de este momento”. Lo que hizo este hombre fue cambiarme la película mental. A partir de ese momento, cada vez que pensaba en mi siguiente presentación, lo único que veía era ese hermoso tour. Vale aclarar que esa fue la única vez que me caí en el escenario.

Entonces, ¿qué es lo que hay que imaginar? Pues lo deseado, la materialización de tus objetivos, tal y como los quieres; tu triple pirouette, esos 16 tour fouettes o los aplausos del público una vez terminada con éxito la variación de Odile. Visualización, así lo llaman. 

Escribe tus objetivos y registra los progresos del día a día en función de ellos, porque el diario te permitirá ir evaluando tu proceso.

Si se trata de tu propia película, entonces no escatimes, exagera, sé la estrella y devórate el mundo. Imagina un fastuoso teatro. Estás en camerinos, frente al espejo, contemplándote bajo el negro y brillante traje de Odile. Luces un perfecto maquillaje, un precioso tocado. Hay una alfombra que te lleva directo al escenario y una voz que te anuncia en altavoces. Escuchas tu nombre y la hazaña que estás a punto de realizar: variación del cisne negro. El escenario resplandece. Ingresas. Te paras en el centro, y puedes sentir el calor de las luces sobre tu cuerpo, la textura del piso bajo tus pies, la gota de sudor que cae por tu mejilla. Cada detalle. Escuchas la música y recreas uno a uno los pasos de esta bella pieza, precisos, impecables, perfectos. El público se pone de pie. APLAUSOS.

Y para cerrar la clase, la palabra escrita. ¿Te conté que llevo un diario?  Es una excelente herramienta para un aspirante a bailarín. Como su nombre lo indica, consiste en llevar un registro regular de tu vida. Me gusta la palabra escrita porque ayuda a esclarecer, ayuda a tomar distancia de lo real para entenderlo mejor. Permite organizar las ideas, y así poder tomar decisiones. 

¡Ensáyalo! Si te topas con una dificultad, simplemente escríbela y te darás cuenta que es una eficaz manera de tomar el control. Además, el diario en particular, por su carácter íntimo, constituye un instrumento de autoconocimiento. Leer un diario es leer el alma de una persona. Es por eso que la escritura debería estar presente en cualquier proceso de aprendizaje. Escribe, paso a paso, ese ejercicio que aún no memorizas. Desahógate y descarga esa frase negativa que no puedes sacarte de la cabeza. Luego, táchala, sustitúyela por otra realmente útil y haz una plana con la nueva frase. Repite y repite. Usa tu diario cada vez que termines una clase, ensayo o presentación. Dos o tres renglones en los que registre lo que quieras. Pero, principalmente, todo lo que tenga que ver contigo y el ballet. 

Habla de tu experiencia diaria con en este arte, de cómo se va fortaleciendo ese vínculo entre tú y tu talento natural. Puede ser una reflexión, un listado de tus frases de poder, la descripción de tu película mental, una pregunta, la traducción de un paso, una corrección significativa de parte mía, una frase, el dibujo de un paso, una sensación… Escribe tus objetivos y registra los progresos del día a día en función de ellos, porque el diario te permitirá ir evaluando tu proceso. Pero, ¡atento!, concéntrate en lo que has logrado más que en lo que te falta por conseguir. Siempre el vaso medio lleno.

El diario también te ayudará a planear. “Mañana haré esto en lugar de esto otro”, o “agregaré dos repeticiones más al ejercicio del adagio”. Además, es un excelente registro histórico. No hay sensación más agradable que revisar lo que escribiste hace un año. Te sorprenderás al darte cuenta de lo que pasaba por tu cabeza en ese entonces o de lo mucho que has avanzado sin siquiera notarlo.

Por último, la révérence. Da las gracias, querido estudiante. Esta vez no al maestro, ni al público; sino a Dios, al Universo, a Terpsícore o aquello en lo que creas. Por haberte premiado con un don. Por haberte dotado de ese escaso y maravilloso talento: la danza.

Te quiere…

Tu maestro de ballet

Si aún no has leído las partes anteriores de esta carta te invitamos a leer la primera: “Carta a un estudiante/I. Del talento a la clase”.

Escrito por: Andrés Tamayo Baena
Maestro de ballet y Director de Taglioni Ballet
Ilustraciones por: Jessica Mileidy Agudelo
Posted by:Acento Ballet

Revista digital de ballet.

One thought on “Carta a un estudiante / IV

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